FUNDACIÓN E HISTORIA DE SALTO DE AGUA

Fundado el 20 de mayo de 1794 por el intendente Agustín de las Cuentas Zayas, a moción de Bernardo Landeros, vecino de Palenque.

Don Agustín de las Cuencas y Zayas, comunica a la Real Audiencia de Guatemala, la determinación de fundar Salto de Agua, ya que en palabras de Don José Farrera, hace notar que: las aguas del Tulijá son anchas, hondables y navegables hasta dicho paraje. Pueden subir “bongos de cubierta” “goletas” y “paquebotes”, que pueden entrar por la barra de Tabasco, y sin tocar a escobas, entrar por Chilapa la grande que dista doce leguas de la barra y de allí a Tepetitán y de dicho pueblo al Salto de Agua.

La finalidad era contar con poblados en el camino entre Guatemala y Nueva España, Campeche, Isla del Carmen y Villahermosa. Se escogió el lugar denominado en chol, Bel-ha "Donde el río forma un salto”, frente al salto que hace el río Tulijá. Tuvo que pasar casi un año mientras se corrían los trámites de autorización, mientras tanto ellos estuvieron en el terreno desmontando y preparando casas, recogiendo indígenas choles que andaban dispersos por la selva.

A continuación siguieron los trámites para que se estableciera en el mismo lugar la cabecera de hacienda y justicia, que se alcanzó hasta 1802; por decreto de 6 de enero de 1890 y siendo gobernador Emilio Rabasa, se trasladaron las autoridades departamentales de Catazajá a Salto de Agua elevándolo a villa y cabecera del departamento de Palenque. En 1935, se decretó el cambio de la cabecera Municipal a Potioja por el gobernador Victórico R. Grajales.

En 1825, ya siendo Chiapas parte de la Federación Mexicana, el pueblo coopera para la adquisición de la primera imprenta en el estado. Por aquellos entonces, con pobladores de Tumbalá se forma el poblado de San Pedro Sabana. Durante el siglo XIX, Salto de Agua, pasa a depender administrativamente de Tila después de convertirse en 1890 en cabecera del Departamento de Palenque.

En la Revolución Mexicana, los salteños se opusieron a la presencia en el estado de los carrancistas a quienes acusaban de desmanes y abusos. En 1917 los carrancistas tomaron Salto de Agua, lo que provocó la reacción del general san cristobalense Alberto Pineda, que asaltó la población por el puente colgante para desalojarlos.

Su colindancia con el río Tulijá y el uso de su caudal como medio de comunicación ejemplifican de manera puntual, el desarrollo de los municipios que han tejido con el transcurso de los siglos su historia al complejo lacustre y de ríos del delta del Usumacinta.


De la Intendencia de Ciudad Real al estado Federal chiapaneco, 1786-1835


Las intendencias fueron instituidas con el propósito de centralizar todavía más la administración de los territorios gobernados por España y evitar el indebido enriquecimiento de los funcionarios. Con las intendencias se buscaba una supervisión mucho más estricta de los gobernadores en las provincias. En el caso que nos ocupa, referido a la intendencia de Ciudad Real de Chiapas, hemos de decir que ésta se creó por cédula real en septiembre de 1786.

“Archivo General de Centroamérica. Título de Governador Yntendente de Ciudad Real al Señor Don Francisco Saavedra. San Yldefonso, 20 de septiembre de 1786. En el documento se nombra a Saavedra como gobernador intendente de tres provincias: Chiapa, Tuxtla y Soconusco.”

 

Para el historiador Antonio García de León, la intendencia de Ciudad Real de Chiapa se creó en razón del censo de 1778. Este último periodo colonial se identificó con un acercamiento de la provincia a la Nueva España, en coincidencia con un fortalecimiento de las élites locales, lo cual vendría a explicar el proceso de Independencia y la unión a México.

“Antonio García de León, Resistencia y utopía. Memorial de agravios y crónica de revueltas y profecías acaecidas en la

provincia de Chiapas durante los últimos quinientos años de su historia, México, Era, 1999.”

El primer intendente fue Francisco Saavedra, oidor fiscal de la Audiencia de Guatemala. Consciente de la situación prevaleciente en la provincia, redactó un informe en el que mostraba las carencias existentes.

El periodo del segundo intendente, Agustín de las Cuentas Zayas,7 se prolongó doce años. Es de notar el interés del funcionario por regular las actividades del ayuntamiento y urbanizar la capital provincial, así como el resto del territorio. Hacia ello tendió el querer implantar una reunión semanal para los concejales, colocar faroles en las calles, construir puentes “en todos los arroyos, pantanos y parajes oportunos, establecer ranchos en los cuales pudieran alojarse los viajeros, al igual que arreglar los cabildos, mojones y caminos.  En ello también se puede percibir la asunción que hace de su cargo el intendente como autoridad suprema de la provincia, como en realidad lo era. Debe indicarse, no obstante, que Cuentas fue un gobernador ausente de la capital provincial, pues llevaba a cabo actividades fuera de ella, como sin duda lo ilustra bien la fundación de pueblos como San Fernando de Guadalupe del Salto de Agua en el nororiente chiapaneco. Los sucesores de Cuentas duraron menos años en el cargo.

Además del cacao y la grana silvestre, en la provincia se cultivaba tinta añil, pimienta, café, achiote, tabaco, caña dulce, bálsamo de María, liquidámbar, vainilla, zarzaparrilla, caña fístola, palo santo, brasil, palo de tinta y algodón, entre otros productos. En cuanto al lino y al cáñamo, como nadie los sembraba, se ignoraba en absoluto cómo proceder en este sentido. El algodón era cultivado por los indios y con él confeccionaban su ropa y obtenían alguna ganancia. Mas se hallaban por ahora desanimados, en cuanto a que en los últimos dos años habían vendido a cuatro y a tres reales y medio la arroba, en tanto en Ciudad Real se llegaba a cotizar a ocho y hasta a doce reales.

El ayuntamiento de Ciudad Real dirigía una exposición —firmada, entre otros, por Valero y Esponda— en la cual se asentaba la deplorable situación de la agricultura, la cual no podía progresar debido al ocio y a la embriaguez imperante en los pueblos. El estado de los caminos hacía dificultoso el sacar los productos hacia mercados de mayor demanda. Los terrenos de la provincia eran en realidad fértiles, pues permitían con pocos cuidados cultivar plantas verdaderamente útiles, en contraste con otras regiones en las cuales no se conseguían los mismos resultados a pesar de los más grandes esmeros.

Volvamos a la relación entre Tuxtla y Ciudad Real. La pérdida de la cabecera de alcaldía mayor para Tuxtla, hemos de suponer, había dejado una sensación de malestar. De hecho, las autoridades en Ciudad Real se aprestaban a dar otro golpe al orgullo tuxtleco, pues al arrancar el nuevo siglo se planteó la posibilidad de mudar la sede de las alcabalas de Tuxtla a Ciudad Real. La propuesta venía del promotor fiscal de hacienda, el abogado tuxtleco Sebastián Esponda y Olaechea, quien así lo hizo saber al intendente Agustín de las Cuentas Zayas en septiembre de 1801. La razón esgrimida por Esponda fue que la fundación de San Fernando de Guadalupe del Salto de Agua, en el nororiente, había redundado en que la receptoría de Ciudad Real experimentara un aumento en sus ingresos, con lo cual se justificaba el cambio de sede.

En otro lugar he mencionado que la actuación de Esponda a favor del cambio de la sede alcabalatoria se podría explicar por su deseo y el de su familia de ampliar su radio de acción e influencia. Su hermano Manuel también había sido subdelegado y habría de ejercer como alcalde de Ciudad Real. Mas dentro de este planteamiento cabe una apreciación: precisamente la fundación de San Fernando de Guadalupe se había realizado bajo el gobierno del intendente Agustín de las Cuentas Zayas, quien siempre la presentó como la mejor de sus obras.30 Al dirigir la propuesta al propio intendente con el argumento de la fundación del nuevo poblado, Esponda tan sólo se estaba plegando a la voluntad de la autoridad suprema provincial. Llama aquí la atención que tres vecinos de Ciudad Real hubieran opinado en contra del traslado y dos de ellos calificaran a Tuxtla como  la garganta de ambos reinos, así como de ser la llave de uno y otro reino.

En todo caso, y como era de esperar, la intención de la alta esfera gubernativa provincial terminó concretándose. De esta manera, en 1803 la sede de alcabalas fue trasladada a Ciudad Real.


CAMINOS


En la década final del siglo XVIII se da la fundación de pueblos en la provincia. Esta política se relaciona con el deseo de abrir a la explotación y al comercio los recursos naturales que existen en el territorio chiapaneco. Es así como se visualizó el fundar varios pueblos en las riberas del río Tulijá, en razón de la distancia entre Palenque y Tumbalá, poblaciones situadas en el camino hacia el puerto de Campeche. Consciente de esa situación, el intendente Agustín de las Cuentas Zayas escribía una carta al subdelegado de Palenque, José Antonio Calderón, para sugerirle la conveniencia de promover entre los hacendados de la región la idea de establecer haciendas pequeñas en las orillas del río Tulijá. Habrían de pasar poco más de dos años para que un vecino de Palenque, Bernardo Landero, se dirigiera al intendente para retomar el punto. Landero destacaba que el comercio hacia Campeche “es el único advitrio para que puedan resucitar estas dichas Provincias” e indicaba que la carencia de “giro y comercio” daba paso a que no se cultivaran ni exportaran productos que una tierra tan fértil como ésta permitía sembrar.

Aconsejaba fundar un pueblo en las inmediaciones de un salto de agua que formaba el cauce del Tulijá, por tratarse de tierras muy fértiles donde se podrían cultivar diversos productos, criar ganado y, sobre todo, sembrar cacao. Había hablado con la gente de Tumbalá y Tila sobre el poblamiento del nuevo lugar, en lo que se mostraron de acuerdo. Incluso dijeron que, en caso de no verificarse la fundación, partirían a Tabasco para fundar pueblo allá. Ante ello, solicitaba al intendente que en caso de acceder a la petición se pasara a la fundación, punto que fue finalmente concedido. En informe de agosto de 1793, José Farrera, funcionario encargado de ver por los trabajos de fundación, afirmaba lo conveniente del lugar para la comunicación con Campeche y Laguna del Carmen e indicaba la posibilidad de penetrar a través de la Barra de Tabasco. El intendente, por su parte, también se sentía alentado al visualizar el nuevo pueblo como punto de aprovisionamiento para el Presidio del Carmen, Tabasco y Campeche. El proyecto era contemplado como un enlace del Reino de Guatemala con la Nueva España, pero además como vínculo entre América y Europa. El nuevo pueblo se llamó San Fernando de Guadalupe del Salto de Agua y quedó formalmente fundado en mayo de 1794.

San Fernando de Guadalupe habría de constituir en los siguientes años un lugar de importancia en la comunicación de la provincia con el exterior. En efecto, vemos que en mayo de 1799 se informaba al intendente sobre las mercancías llegadas en un bongo de Campeche a San Fernando de Guadalupe, así como del arribo de un comerciante campechano, Domingo Barbería, quien proseguía camino a Ciudad Real para registrar sus efectos, pero que en realidad estaba interesado en continuar viaje a Guatemala. El bongo, se decía, había navegado “sin haber experimentado novedad alguna de enemigos y demás” y se informaba igualmente de su pronta partida para Campeche con ochocientas arrobas de panela pertenecientes a José Ignacio Mediano, comerciante de Comitán. Otro vecino de Comitán, Ramón Correa, enviaba a Veracruz cinco zurrones de tinta corte. Ello hacía suponer al redactor del informe, Joaquín Ruiz Colorado, “que cada día se aumentan las entradas y salidas de los tratantes, y que todos contribuyen a establecer un comercio que con el tiempo podrá ser basto” sic. Estas expectativas se frustraron sin duda, pues en noviembre de 1816 se decía que el pueblo se hallaba “arruinado”.

“Fundación de San Fernando de Guadalupe (Salto de Agua), BAGE, enero-mayo de 1957. Véase Carvalho, La Ilustración del Despotismo, p. 230”

“Fundación del pueblo Sabana de Tulijá, año 1816, BAGE”

En este año se expuso por parte del vecindario indígena de Tumbalá la conveniencia de fundar otro pueblo, el de Sabana de Tulijá, ante la petición de los habitantes de este lugar de reducirse a poblado, solicitud que avalaban tanto el cura de Tumbalá como el subdelegado del partido de Tila. Además de ver por la cristianización, el cura señalaba la fertilidad del suelo, donde ya había sembrado una nopalera con el propósito de animar a los nativos al cultivo de la grana fina. La grana cochinilla formaba parte de un conjunto de pigmentos y colorantes provenientes principalmente de plantas y animales. La grana cochinilla (Dactylopius coccus) es un insecto parásito del nopal. Del cuerpo desecado de la cochinilla hembra se obtiene el ácido cármico, colorante rojo. Asimismo, indicaba la existencia de buenas pasturas para diversidad de crianzas. Hallaba muy conveniente la ubicación del lugar para el comercio, a mitad del camino a Palenque. En octubre de 1816, el intendente interino Carlos María Castañón concedía licencia para la formación del nuevo poblado. En escrito de abril de 1817, el presbítero Ramón Ordóñez y Aguiar comentaba la solicitud de los indios de Tumbalá y declaraba que la despoblación que habían sufrido se debía a la cercanía con los lacandones y no al hambre que ocasionara la plaga de langostas en 1771 y 1772. Esta vecindad con los lacandones había hecho que los habitantes de Tila y Tumbalá mantuvieran comunicación con aquéllos, quienes permanecieron indóciles ante los preceptos religiosos y se internaron en la selva. Ordóñez y Aguiar sugería, por otra parte, que se comisionara a Bernardo Landero, quien promoviera la fundación de San Fernando de Guadalupe, para la construcción de las obras públicas en Sabana de Tulijá, así como para el tráfico comercial con Campeche, Laguna del Carmen y Villahermosa.

Como se ve, el nororiente atraía las miradas en este sentido, por lo cual se desbrozó la vegetación entre Bachajón y Palenque en dos ocasiones, una en 1806 y otra en 1821, con el fin de alcanzar por esta vía Campeche y la comunicación marítima con Cuba, Veracruz y España. Los comerciantes campechanos colaboraron al lado de los chiapanecos en esta común empresa.

Nota: Al parecer Sabana del Tulijá, actualmente es San Pedro Sabana, perteneciente al municipio de Salto de Agua, distante de este a 35 Km. (Oscar Mtz. Molina)

 

LA POLÍTICA


El intendente no siempre estaba presente y cercano al ayuntamiento. Agustín de las Cuentas Zayas, al menos, en cuanto a la fundación de pueblos se había mostrado activo trasladándose él mismo a los lugares designados. Podría ello explicar en parte lo argumentado por el cabildo de que el intendente se disculpaba constantemente de presidir el gobierno citadino, como lo expresaba el cuerpo edilicio en carta a las autoridades de la Audiencia en mayo de 1800. Lo cierto es que también había llegado a alegar el estar enfermo para alejarse del gobierno de la intendencia. Al menos eso era lo que había intentado hacer en 1793, cuando el teniente coronel Tomás de Mollinedo y Villavicencio, de origen peruano, había aspirado a sucederlo en el puesto.

 

LOS AÑOS DE 1821 A 1824

La proclamación de la Independencia chiapaneca fue resultado de la consumación de la guerra de Independencia llevada a cabo en el antiguo virreinato de la Nueva España. Y el paso dado por Chiapas daría después lugar a la Independencia del Reino de Guatemala. El tiempo que va de 1821 a 1824, en que Chiapas se incorpora definitivamente a México, es un periodo de gran actividad durante el cual se suceden los hechos rápidamente.

El año 1822 fue el primero de la experiencia de Chiapas al lado de México, interrumpida al año siguiente por la caída del Imperio de Iturbide. 1823 será el año en el cual Chiapas vuelve a la Independencia, que alcanza su momento culminante con el movimiento de Chiapa Libre.

Nota: Textos tomados de: FORMACIÓN Y GESTIÓN DEL ESTADO EN CHIAPAS. Algunas aproximaciones históricas.  Primera edición: 2013. Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas

 

 Investigación, Oscar Mtz. Molina 


El Salto de Agua de mediados del siglo XX, acrecentó su papel de encrucijada con la llegada del ferrocarril. Era entonces una población de construcciones bajas hechas de tablas y de láminas, que mantenía un importante comercio de cerdos con la península de Yucatán.

En el año de 1943, se abrió una fábrica de refrescos rurales de gaseosas, en botellas de cristal retornable que se cargaban en cajas de madera y se repartían en toda la región. Luego Don Nacho Miguel, de origen libanés, trajo la primera planta para hacer paletas. Debido al auge del ferrocarril, se pusieron varias cervecerías y Salto de Agua se convirtió en el único lugar de la región donde se podía tomar la cerveza fría, porque era el único lugar donde se fabricaba hielo. El hielo se llevaba a Palenque en ferrocarril en costaleras y a Yajalón en avionetas. Otros atractivos vinculados con ese auge eran la fuente de sodas y dos cines. Hubo también dos patrocinios de café. Uno de Don Mario Piña Herrada, campechano y que aquí administraba Don Tomas Ojeda gerente general, y otra de Don Juan Ulises Calcáneo. De aquí se llevaba el café a Villahermosa Tabasco y Sinaloa.

El último barco que llegó a Salto de Agua fue el “Puxcatán” de Macuspana Tabasco en el año de 1960, porque desgraciadamente se quemó. Traía entre su cargamento petróleo, gas-avión, diésel, y gasolina. Las canoas dejaron de llegar definitivamente debido a las facilidades de transporte que representaron la ampliación de las vías del ferrocarril en los años 50 del siglo pasado, y la apertura de dos campos de aviación, que a su vez transportaban la producción de maíz, frijol y café entre otros.


España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Indias. MP - Guatemala, 271. " Vista de la nueva población de San Fernando de Guadalupe en el Salto de Agua del rio Tulijá, su corriente a las lagunas de Chichicaste y de Términos"
España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Indias. MP - Guatemala, 271. " Vista de la nueva población de San Fernando de Guadalupe en el Salto de Agua del rio Tulijá, su corriente a las lagunas de Chichicaste y de Términos"

Los forjadores actuales de las historias, nuestros narradores orales, son gratamente también, contemporáneos nuestros, don Jorge Oscar Huy Gutiérrez, (kiko Huy, el amigo), lo expresa de este modo en una entrevista, publicada en El heraldo de Chiapas, en enero del 2010.  

 

"El pueblo de Salto de Agua tuvo importancia cuando empezaron a llegar barcos desde Campeche. Además de los barcos de Tabasco que traían mercancía, abarrotes, gasolina y petróleo. Toda esa carga se movía de aquí por mulas en arreo con rumbo hacia Yajalón, Tumbalá y Tila. Salto de Agua era un pueblo fluvial importante.

 

En 1934, aquí se construye el primer campo de aviación. Fue don Francisco Sarabia quien llegó con uno de sus aviones. Por eso ya tuvimos la comunicación con el centro del estado. Se empezaron a formar las comunidades del Valle del Tulijá.

De 1947 a 1950 llegó el tendido de las vías del ferrocarril que viene desde Coatzacoalcos hasta Campeche, la vía ancha. De Campeche a Mérida ya existía la vía angosta. En el año cuarenta y siete llegó el tendido hasta el pueblo, pero no traían puentes. Se empezó a hacer un puente provisional de madera. Luego se hizo el puente que tenemos ahorita de unos ocho o diez metros de altura. Ese terraplén lo hicieron debido a las inundaciones. Así que cuando pasara el tren no se detuviera el convoy, aunque nosotros estuviéramos con el agua hasta el cuello. Siempre nos inundamos y nunca hemos sido noticias de primera plana. Tenemos la cultura del agua. Sabemos cuándo va a crecer el río. Yo tengo mi cayuco listo para cualquier momento de la inundación y para salir a comprar.

 

Ya con el ferrocarril en Salto de Agua, la gente venía a tomarlo para irse a México o irse a la Península. Luego se hicieron carreteras. A nosotros no nos hicieron carreteras. Entre todos hicimos una terracería, echamos grava. Los entonces gobernantes creían que éramos tabasqueños, pero no es así. Lo que pasa es que en todo el norte de Chiapas nuestras costumbres están más ligadas con Tabasco, pero somos chiapanecos.

Esas costumbres son el modo de hablar. Nosotros comemos el tamal tabasqueño que es de masa colada con una presa entera de pavo o de pollo y también se hace el tamal chiapaneco que es chiquitito, relleno y sabrosísimo, ese que le llaman de bola, aquí lo nombramos como chanchamito y se hacen con costillas de puerco. Comemos también la tortuga de río en salsa verde y estofado. Además del langostino de río que le llamamos pigüa en consomé o al mojo de ajo. Los totoposte son tipo Tabasco, se hacen con maíz nuevo y unas tortilla gruesas que le dicen penchuque.

 

Aquí se toma el posol fresco o agrio. Se deja agriar y se meten unos ocho o diez días en unas hojas de plátano que le da el sabor de envejecimiento. Se pone como amarillito con unos pelitos. Es riquísimo el posol bien frío". Hasta aquí el relato de Jorge Oscar.